Había pasado mucho tiempo desde mi último viaje a Marruecos, ya en aquellos entonces el país me fascinó.
Recordaba la intensidad de los olores y colores, que asaltaban mis sentidos a cada paso que daba por el laberíntico entramado de calles de sus Medinas, y también, el bullicio y exotismo de sus zocos. Fue toda una experiencia conocer ciudades como Tánger, Rabat, Casablanca, Essaguira, Marrakech, Fez o Mequínez.
Leyendo el libro de María Dueñas, “El Tiempo entre Costuras”, y posteriormente viendo la serie, quedé cautivada por la ciudad de Tetuán y decidí que volvería a Marruecos para descubrir por mi misma, al igual que Sira, la protagonista del libro, todo el encanto de esta hermosa ciudad.
A pocos kilómetros de la “Paloma Blanca”, que así llaman a Tetuán, otra joya marroquí despertaba mi curiosidad, Chefchaouen. Este hermoso pueblo del Rif completaría mi visita al país del Magreb.
Partíamos para Marruecos el 29-1O-2O22, a las 11:OO de la mañana, desde el Puerto de Tarifa, destino Tánger. Allí nos esperaban para llevarnos a nuestro alojamiento en Tetuán, el hotel Al Mandari.
Y AQUÍ COMENZABA LA AVENTURA…
Tetuán fue fundada en el siglo XV por musulmanes y judíos que huían de Andalucía tras ser conquistada por los cristianos.
Entre 1483-1484 llegan los primeros refugiados andalusíes, bajo el mando del capitán y alcalde granadino Al-Mandari. Esta primera avanzadilla española reconstruye y fortifica el antiguo enclave bereber, iniciándose un periodo de gran esplendor.
La ciudad se convierte también en refugio de los judíos sefardíes expulsados de España.
Entre 1913 y 1956 Tetuán fue capital del Protectorado español de Marruecos.
Durante esta etapa de dominio hispano se construye el Ensanche, el barrio moderno de Tetuán, complementario a la antigua Medina, que lo rodea.
La perfecta integración de la ciudad moderna y la antigua convierte a Tetuán en un lugar único y tremendamente atractivo.
La Antigua Medina fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.
El encanto del Ensanche con sus blancos y elegantes edificios, que combinan elementos arquitectónicos modernistas y árabes de manera exquisita, te atrapa desde el minuto uno.
La huella de España en Tetuán es imperecedera.
Fortísimos vínculos hermanan a esta ciudad con Andalucía, ya que sus habitantes se sienten descendientes de aquellos que llegaron al lugar en tiempos pasados.
Nos acomodamos en el hotel, que resultó ser una magnífica elección. Acogedor y con todas las comodidades, está ubicado en el Ensanche, a unos 5 minutos de la bella Plaza de Mulay Mehdi (antigua Primo de Ribera), donde se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y edificios singulares como el de Correos, el Consulado español o el café Paris.
Apenas eran las 13:3O y teníamos todo el día por delante.
Nuestro primer paseo tenía como objetivo llegar al Riad el Reducto, donde queríamos comer, y de camino conocer el parque Feddan, adentrarnos en la Medina por una de sus puertas más animadas y próxima al Ensanche, “Bab Tut”, conocida como puerta de Tánger, y terminar en la Plaza de Hassan II.
En uno de los extremos de esta hermosa plaza, junto a la mezquita, hay un pequeño callejón donde se ubican dos de los Riad más bonitos de Tetuán, el Riad Blanco y el Reducto.
Salimos del hotel y ascendimos por la calle Ahmed Ghanmia, que se encuentra en la esquina del mismo, hasta la avenida de Mohamed V. En esta vía principal de Tetuán, giramos a la derecha y en unos metros nos encontrábamos en la Plaza de Mulay Mehdi, espléndida y muy animada. Una de las calles que confluyen en ella, la avenida Ben Aboud nos llevó hasta el parque Feddan.
Como telón de fondo del parque Feddan, la antigua Medina se extiende cual sábana blanca a lo largo de la colina.
Esta hermosa plaza de estilo andalusí, quiere recordarnos a la que fue Plaza de España en tiempos del protectorado español, derruida por Hassan II para edificar el Palacio Real.
Si viajáis en vuestro propio coche, justo bajo este lugar, hay un aparcamiento público muy barato.
Paramos unos minutos para fotografiar tan bonito entorno y seguimos paseando por la calle Argelia, bordeando la muralla hasta la puerta de Tánger “Bab Tut”. A nuestro paso dejamos bonitos edificios como un Centro de Salud de los años veinte, estilo neo-árabe.
La Medina de Tetuán es una joya arquitectónica y cultural, pero sobre todo es un lugar vivo, que ha mantenido su autenticidad a lo largo del tiempo.
Los diferentes gremios aún tienen activos sus talleres y los mercados y las tiendas están llenos de gente haciendo sus compras diarias.
Paseando por ella tienes la sensación de que el tiempo se hubiera detenido durante siglos.
La Medina está rodeada de murallas y consta de 7 puertas:
Bab Mqabar, Bab Jiaf, Bab Saida, Bab Oqla, Bab Remuz, Bab Tut y Bab Nauder.
Orientarse aquí es bastante difícil, ya que como todas las medinas, es laberíntica.
Además del mapa, os voy a dar unas referencias para ubicaros mejor:
Tres adoquines colocados de forma longitudinal en el suelo (calle principal), que nos llevará a una puerta o plaza.
Dos adoquines colocados de forma longitudinal en el suelo, calle secundaria, que nos llevará a una principal.
Un adoquín, callejón sin salida.
En la parte alta de la Medina dominando la ciudad, destaca la Alcazaba de los Adives, un cuadrilátero irregular con dos bastiones adosados al antiguo Cuartel de Regulares. Junto a la alcazaba están las tumbas de los Muyaidines, fundadores de la ciudad antigua.
Adentrarnos en la Medina por la puerta BAB TUT fue una experiencia sensorial brutal.
En la calle Trankat, la primera a la derecha tras cruzar la puerta, los puestos de frutas, verduras, carne, pescado, aves vivas a las que daban matarile conforme iban siendo elegidas por los clientes y otros establecimientos de cacharrería, se sucedían sin darnos tiempo a asimilar los intensos olores y colores de la inmensidad de productos.
El bullicioso ambiente, provocado mayoritariamente por gente local haciendo sus compras diarias, charlando, jugando al parchís o paseando, y la mínima presencia de turistas, añadían autenticidad de este increíble lugar.
A cada paso descubríamos detalles preciosos en los que detener la mirada: una puerta bellamente labrada, un callejón cubierto de arcos de medio punto, que deriva en un bonito patio de paredes pintadas, hermosas celosías, una mezquita, o una recoleta plaza con una hermosa fuente.
Finalizada la calle Trankat, continuamos el paseo por la calleKaid Ahmed, donde se encuentra el palacio de Abdeljjalad Torres y la Mezquita Baxa del siglo XVIII.
Tengo que reconocer que llegó un momento que mi plano era bastante poco orientativo, y que a partir de entonces comenzamos a guiarnos por la intuición.
Esa divertida aventura de perderte por bellísimos vericuetos y volver a encontrar el camino es parte de la experiencia de pasear por la Medina.
Sin saber muy bien como lo hicimos, llegamos a la plaza de Suqel Hot, un concurrido y animado espacio repleto de tenderetes donde se venden los tejidos más variados. Esta plaza está limitada por uno de los tramos más hermosos de la muralla.
Atravesando el arco que se abre en el muro accedimos a la Mezquita de Yemma Kasba, la más antigua de la Medina (siglo XV), junto a ésta se encuentra la casa de Sidi Al Mandari.
Las mezquitas en Marruecos no son visitables para los no musulmanes.
Tras dejar la plaza Suq el Hot, dominada por la antigua alcazaba de Al Mandari, llegamos a la calle Terrafín, repleta de joyerías y tiendas de tejidos y cubierta de unas preciosas arcadas de madera que fueron reconstruidas por la Junta de Andalucía.
Recorrimos la animada calle comercial hasta BAB RUAD, la puerta del viento, que comunica la Medina con la plaza del Feddan, plaza de España en tiempos del Protectorado español y actualmente Plaza de Hassan II.
Bab Ruah, la octava puerta de la Medina, es de construcción más reciente que las demás.
En esta inmensa plaza se encuentra el Palacio Real, uno de los tantos que el monarca alauita posee en las ciudades importantes del país, y que utiliza cuando las visita. Anteriormente, en este espacio estuvo el palacio del Jalifa y la Sede de la Alta Comisaría española durante el Protectorado.
La zona del palacio esta custodiada y no se puede deambular por ella.
Frente al Palacio Real, destacan dos edificios con la mano de Fátima y el símbolo de la monarquía. Esta magnífica plaza está repleta de cafeterías donde los hombres juegan al dominó y al parchís mientras toman café o té.
Cuatro torres frente al palacio, que podrían parecer minaretes, son en realidad faros Art Nouveau diseñados por un discípulo de Gaudí.
Junto a la Zaüía, lugar de oración, en un lateral de la plaza, se encuentra una estrecha callejuela a la que se accede por un arco de medio punto, donde se encuentran el Riad Blanco y el Reducto.
Para cuando llegamos al Reducto, no sabíamos si íbamos a merendar o a cenar, así que combinamos ambas comidas, dándonos un merecido homenaje.
El Riad es precioso, fue uno de los lugares donde se rodaron episodios de “El Tiempo entre Costuras”. Lo regenta una española muy simpática y el personal es amabilísimo.
Pasamos un gran rato disfrutando del agradable ambiente y la rica comida. Aquí los cerveceros pueden saciar su sed y es por ello que se acercan bastantes españoles.
Después de la cena volvimos a la plaza de Hassan II para continuar el paseo por el Ensanche.
Dimos una vuelta por esta encantadora zona española, pasando por la calle Mohamed Ben, donde se ubica el Teatro español de los años treinta y el magnífico Instituto Cervantes.
Perpendicular a Mohamed Ben transcurre otra hermosa vía, Mohamed Khatib, en ella destaca el edificio del Liceo y la bonita puerta del cuartel de Jordana al fondo.
Camino de la calle Mohamed V pasamos por el monumental Mercado Central, construido en la década de los cincuenta.
La calle Mohamed V (Generalísimo durante el Protectorado) une la Plaza de Hassan II con la Plaza Mulay Medhi.
Pasear por esta calle es un auténtico placer, no hay hora del día que no esté animada.
A un lado y otro de ella se suceden preciosos edificios, la mayoría de estilo modernista con guiños al arte musulmán.
Nos encantó el edificio de Unión del Fénix, rematado por la mitológica ave, el Pasaje Benarroch, el Casino Español y muchos otros de fachadas bellamente decoradas con motivos geométricos.
Bares, restaurantes y tiendas de moda completan el encanto de esta avenida.
Llegando a la Plaza de Mulay Medhi la bonita iluminación nocturna estaba prendida.
El día había sido intenso y a la mañana siguiente viajábamos a Chefchaouen, de modo que tocaba volver al hotel y descansar.
Nos despertamos ilusionados con la excursión al bello pueblo del Rif.
El día anterior habíamos contratado un par de taxis para hacer el trayecto de ida y vuelta, a buen precio.
Este servicio te lo ofrece el propio hotel, un poco más caro, pero bastante asequible y también la posibilidad de hacer la excursión en grupo organizado o de alquilar un coche. Otra opción es ir en bus
Disfrutamos de un delicioso desayuno y salimos a la calle para esperar a los taxis, que llegaron en pocos minutos.
Chefchaouen se encuentra a 65 km de Tetuán y se tarda aproximadamente hora y media en hacer el recorrido.
Nos alejamos de la ciudad y comenzamos a ascender por una sinuosa carretera que te lleva a los pies de la sierra donde se ubica la ciudad.
Situada en un impresionante enclave rodeada de las montañas del Rif, fue fundada en el siglo XV por los bereberes, que construyeron esta hermosa Medina. Acogió a los moriscos y judíos expulsados de España tras la caída de Granada.
Se le consideraba ciudad Santa y hasta 192O era lugar prohibido para los no musulmanes. Los taxis nos dejaron en la plaza donde se encuentra el Parador, y desde ahí comenzamos el paseo por el precioso pueblo, que se extiende sobre la ladera de la montaña.
Conforme íbamos ascendiendo por las callejuelas quedábamos más encantados con las sencillas pero hermosas casas de fachadas pintadas de azul.
Descubrimos preciosos rincones, escalinatas, pasajes con arcos, patios interiores, bonitas fuentes y mucha animación. Las tiendecitas de artesanía con multitud de objetos y productos, hacían que el paseo fuese tremendamente lento, todo nos llamaba la atención.
Pinturas, cerámica, esculturas, marroquinería, productos cosméticos hechos con aceite de argán, especias, tejidos, se exponían graciosamente por doquier, haciendo imposible no comprar algún recuerdo.
Riquísimos jugos de fruta recién exprimidos, se ofrecen en kioscos estratégicamente situados, y es un placer, parar un momento para degustarlos y hablar un poco con los amabilísimos habitantes de este bellísimo lugar. Y es que hay muchos de ellos que hablan español.
Cuentan que el fundador de la ciudad, Moulay Alí Ben Rachid, se enamoró de una noble andaluza que se convirtió al Islam. Al casarse se quedaron en Chefchaouen y él le prometió a su esposa que el pueblo se parecería a Vejer de la Frontera, de donde era la joven, de ahí su similitud con los pueblos andaluces.
Otro de los motivos, menos romántico pero más realista para el parloteo del español, es que la ciudad perteneció a España durante un gran periodo del siglo XX, gracias al Tratado de Algeciras.
La parte alta de la Medina, la más residencial, nos pareció la zona con más encanto, donde se puede plasmar una estampa más auténtica del lugar.
Viendo en las tiendas los tintes de colores en polvo para mezclar con la cal, me acordé de tantos y tantos lugares de España cuyos característicos colores se conseguían con estas mezclas.
Dicen, que este pueblo está pintado de color azul porque es un color que repele a los mosquitos.
Otra teoría, atribuye a los judíos afincados aquí en los años 3O del siglo XIX, la elección del color azul para pintar sus casas a semejanza del cielo, símbolo de libertad.
Una vez arriba tocaba bajar, y lo hicimos por escalinatas y calles serpenteantes hasta llegar a la Plaza Uta el-Hammam, centro neurálgico de la ciudad, donde se concentran la mayoría de los restaurantes de Chefchaouen.
La plaza, con las montañas como telón de fondo, esta bordeada por la Alcazaba del siglo XV.
Dentro de la fortaleza hay un museo y un pequeño jardín andalusí, y sobre todo una preciosa panorámica del entorno.
La entrada cuesta 1O dírhams, más o menos, un euro.
Otro atractivo de este espacio es La Gran Mezquita, que destaca por su hermoso minarete octogonal.
Entre los muchos que habían en la plaza, elegimos para comer el restaurante Aladín, principalmente por sus hermosas vistas, la comida correcta. Había un magnífico ambiente, ya que era domingo y las familias estaban disfrutando de un cálido día.
Volvimos paseando tranquilamente y curioseando aquí y allá, hasta el lugar de encuentro con los taxistas.
En el Parador tomamos un té mientras hacíamos tiempo.
A la hora establecida llegaron nuestros coches. Hicimos un viaje de vuelta muy agradable, y en hora y media, ya anocheciendo, estábamos en Tetuán. Algo cansados, preferimos cenar en el restaurante del hotel e irnos a descansar, el día siguiente iba a ser intenso.
Despertamos temprano para disfrutar tranquilamente del desayuno y salimos dispuestos a continuar el recorrido por la Medina.
Nos dirigimos a la plaza de Mulay Mehdi, atravesamos la calle Mohamed V y llegamos a la plaza de Hassan II. Nos adentramos en la Medina por la Puerta del Viento “Bab Ruah”.
El Mellah, como se denomina al barrio judío, se extiende por las calles más cercanas a la Puerta del Viento.
Entramos en la antigua Sinagoga invitados por el rabino, que nos enseñó un magnífico horno utilizado siglos atrás.
Continuamos por el laberinto de calles dirección a Bab Okla, apreciando la Medina de otra manera, ya que aún no estaban abiertos los locales y tiendas, circunstancia que nos daba la posibilidad de centrarnos más en detalles arquitectónicos y artísticos.
Unos metros antes de llegar a la Puerta, en una diminuta plaza, se encuentra el Museo Etnográfico.
Bab Okla, situada al este del recinto, es una de las puertas más populares de la Medina, se le llama también Puerta de la Reina, porque en ella hacían guardia los soldados de Isabel II en la ocupación de 186O.
Por Bab Okla nos introducimos en otra hermosa zona de la Medina, más íntima, con elementos arquitectónicos nuevos y muy originales, como los remates triangulares de sus callejuelas y los diferentes acabados de los arcos de medio punto.
Pudimos admirar, sin apenas gente, la Mezquita Ghailan, del siglo XVI, sencilla y bonita, y encontramos un pequeño museo dedicado a la exaltación de la monarquía alauita.
Descubrimos también la hermosísima Zaüia de Raisuniya (siglo XVIII), que alberga una pequeña comunidad que se dedica a las labores de culto y contemplación del mundo islámico. Antiguamente, aquí se encontraba el Funduk Lucas El Maristan dedicado a la artesanía y el trabajo de los oficios por parte de algunas familias.
Justo cuando dejábamos atrás una mezquita de esbelto minarete, comenzamos a oír el ruido de la apertura de las puertas de las tiendecitas.
La Medina comenzaba a recuperar su dinamismo.
Desviándonos unos metros de nuestro camino llegamos a “Bab Saida” o Puerta de San Fernando, que da acceso al barrio de Blad, el más señorial y aristocrático, donde se localizan las mejores mansiones.
A la derecha de la Puerta se encuentra la Zaüía de Sidi Saidi (siglo XVII) patrón de la ciudad, y junto a ella el Cementerio de los Mártires, caídos en el asedio a Ceuta.
Seguimos paseando hasta a la Puerta de Ceuta “Bab Mqabar”, la más antigua, situada junto al Cementerio en el norte del recinto.
Un olor bastante desagradable nos condujo a unas curtidurías del siglo XVI, aún hoy en activo. Es muy interesante ver como se limpian, se curten, y se tiñen las pieles en especie de huecos hechos en el suelo, cuyo conjunto no deja de poseer una cierta belleza.
Continuamos por la calle Jarrafín, la de los babucheros, y dejamos a nuestro paso la Zaüía de Harrak, en la que destaca su magnífica puerta. Aquí está enterrado Muley Mehdi, antiguo jalifa del protectorado.
Conforme más avanzábamos, mas se animaban las calles, se sucedían los puestos con todo tipo de artículos, desde viejos electrodomésticos, ropa, cacharros de cocina, recipientes de barro y mil cosas más.
Teníamos los sentidos activados a tope para no perder detalle.
Tengo que reconocer que vivir la experiencia de entrar en un Hammam (baños públicos árabes) es parte del viaje, pero en esta ocasión no tuve tiempo.
En el paseo vimos el Hammam Suk El-fuqi, construido en el siglo XVI por la familia de gobernadores Naqsis.
Como en otras zonas de la Medina, mágicos rincones jalonaban el recorrido.
Salimos de la Medina por la Puerta de Fez “Bab Nuader” al oeste del recinto amurallado.
Se le llama también Puerta de los Regulares por encontrarse cerca del cuartel.
Esta Puerta está a pocos metros de la avenida Argelia y muy cerca del parque Feddan.
Nuestra siguiente visita era al Museo Arqueológico, dejamos la bonita plaza a nuestra derecha, llegamos hasta Bab Tut, y continuamos por la Av. Ben Hssain donde se encuentra la entrada al edificio.
Este pequeño museo, bastante descuidado, reparte sus piezas entre el patio principal y tres salas. La mayoría de los restos arqueológicos son de Lixus, ciudad fundada por lo fenicios.
Expone también algunos mosaicos romanos, entre los que destaca “Las Tres Gracias”.
No nos pareció gran cosa, y en veinte minutos estábamos de nuevo en la calle. Ya sin rumbo fijo nos dedicamos a callejear alrededor de la Plaza de Hassan II, las callejuelas de la Medina cercanas a Bab Ruah y el Ensanche, disfrutando a tope de esta ciudad tremendamente vitalista.
En el Instituto Cervantes nos recomendaron para comer el restaurante “Restinga” en la calle Mohamed V, en el cual también podíamos pedir vino o una cervecita, y raudos nos dirigimos hasta allí.
Resultó ser muy acogedor y comimos muy bien.
Pasamos el resto del día disfrutando de la ciudad, al día siguiente volvíamos a España.
Todo lo que esperaba de esta ciudad se multiplicó por mil, convirtiéndose en mi lugar preferido de Marruecos.
I love Tetuán.
Os recomiendo el Hotel Al Mandari, por su perfecta ubicación y sus cómodas y completas instalaciones, además el desayuno, que es muy bueno, está incluido en el precio. La experiencia de vivir en un Riad es mágica, mi primera opción de alojamiento fueron el Riad Blanco y El Reducto, súper céntricos, pero estaban completos. Hay otros muchos ideales en la Medina y todos los podéis encontrar en Booking.
Además de los ya mencionados, El Reducto y el Restinga, os sugiero el Café Paris y el Riad Blanco para ir a comer y la Pastelería Rhmouni, para degustar los dulces árabes.
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