En esta ocasión os voy a hablar de Irlanda, un país cercano, que en pocos días se puede recorrer y captar su esencia.
Ya lo había visitado con anterioridad, pero fue este verano, que hice un curso en Dublín para refrescar mi inglés, cuando aproveché para patear cada rincón de esta divertida ciudad y visitar algunos de los lugares más bonitos de este país.
Su historia está condimentada con multitud de magníficas leyendas de su pasado celta. Déjate seducir por estas historias de druidas y magia contadas por sus gentes. Cada torreón de un castillo encierra un relato, en cada colina sucedió una epopeya, cada monumento prehistórico guarda acontecimientos fantásticos.
Su actualidad dinámica y moderna aderezada con su rica tradición te encantará.
La historia de Irlanda desde su principio, está marcada por invasiones de países extranjeros. Tribus celtas, saqueadores vikingos, normandos e ingleses, han querido dominar la isla y han marcado la identidad de este país a lo largo de los siglos.
De las tribus celtas que se asentaron en la isla, fueron los conocidos como gaélicos (llegados en el s. III a.C) los que pusieron los cimientos de la actual cultura irlandesa.
Entre los siglos III y V diferentes grupos de misioneros cristianizaron Irlanda, asimilando los rituales druidas de las tribus paganas, que dieron lugar al cristianismo celta. San Patricio, patrón de Irlanda, fue el más destacado evangelizador de la isla. En esta etapa florecieron las artes, dando lugar a una auténtica Edad de Oro fruto de la labor que los eruditos cristianos desarrollaban en los monasterios fundados.
Los vikingos llegaron en el 795 d.C, saquearon los monasterios ante el estupor de los monjes y apoyados por la población a cambio de protección, se asentaron en el territorio. En el siglo X los nórdicos estaban establecidos en Irlanda y habían fundado ciudades como Dublín.
El dominio inglés comenzó con la invasión normanda de 1169. Un par de años después, Enrique II a petición del Papa Adrián IV, desembarcó con un numeroso ejército para doblegar a los misioneros rebeldes.
Los barones anglonormandos, al margen de la autoridad real, se repartieron el territorio irlandés, y en los siguientes 3oo años consolidaron un poder feudal en detrimento de el poder de la corona.
Enrique VIII, en 1534, tras romper con el papado y proclamarse jefe de la Iglesia Anglicana, cayó sobre Irlanda sofocando la revuelta y acallando las protestas de sus barones por la ruptura con el Vaticano, evitando así la posible alianza de éstos con España y Francia. Se autoproclamó rey de Irlanda.
A partir de entonces, los enfrentamientos de los Irlandeses con la Corona británica, en pro de recuperar su soberanía, se han sucedido en diferentes momentos de la historia.
Los intentos de deshacerse del dominio británico continuaron en el tiempo. En el siglo XIX, se debatieron entre el uso de la fuerza o de la negociación para conseguir autonomía. O´Connell, lider moderado, no logró imponer sus opiniones, dado el clima de crispación de la población, que sufría la Gran Hambruna y se veía obligada a emigrar,
Los intentos de imponer la fuerza contra Inglaterra fracasaron una y otra vez . En el siglo xx el IRA comenzó una lucha violenta, que acabó con una tregua en julio de 1921, y con la firma del Tratado Libre de Irlanda el 6 de diciembre. El Ulster siguió en Reino Unido. El Tratado provocó una guerra en Irlanda, que acabó por agotamiento.
Resueltos los conflictos con Gran Bretaña en 1972, Irlanda se convirtió en miembro de la Unión Europea y comenzó a despegar convirtiéndose en el próspero país que es ahora.
Dublín su capital, es una ciudad animadísima, acogedora y por su dimensiones reducidas, muy agradable de pasear. La música, que los irlandeses llevan en las venas, los pubs y los libros definen a esta creativa urbe.
Declarada Ciudad de la literatura, alberga preciosas bibliotecas, infinidad de librerías y un museo dedicado a los escritores de Dublín.
Sus monumentos, sus encantadoras calles y jardines y los pueblos costeros de sus alrededores, donde disfrutar de un bonito paisaje, son los atractivos que esta vitalista ciudad te ofrece.
Yo llegué a Dublín por la tarde, sólo con tiempo de instalarme, conocer a mis compañeros de casa y ubicarme. Al día siguiente estaba deseando pasear por el centro y hacerme con el ambiente. Para trasladarme cogí el bus, que por cierto es bastante caro y lentísimo. Por ese motivo siempre recomiendo buscar alojamiento en el centro histórico de las ciudades, se ahorra tiempo y dinero y te facilita salir por la noche, El estar aislado reduce la movilidad y provoca pereza. Yo en esta ocasión, como iba de estudiante, me tuve que conformar con la oferta de la academia.
Salí de casa con un tiempo espléndido y al llegar a la parada del Trinity Collage, éste se había tornado gris y amenazaba lluvia, ésta es la situación con la que te encuentras un día sí y otro también en Irlanda, el tiempo es muy cambiante y tienes que ir preparado.
El primer personaje popular de Dublín que conocí fue Molli Mallone, representada en una escultura en Grafton Street, en torno a la cual, había un grupo de música ambientando la calle y un punto de información turística donde pedir un plano e información de la ciudad.
Grafton Street se encuentra en el animado centro de Dublín, es una de sus calles mas populares, situada entre el Parque de Stephen´s Green y Trinity College. En torno a esta calle peatonal y el laberinto de calles cercanas, se suceden un buen número de pubs, tiendas, restaurantes y artistas callejeros que amenizan tu paseo. En su parte norte se encuentra la estatua de bronce de la mítica vendedora ambulante Molly Mallone, una mujer que de día era vendedora ambulante de pescado y de noche meretriz, protagonista de la famosa canción de James Yorkston (188o) “Cockles and Musssels» (berberechos y mejillones), un himno para todos los irlandeses, de hecho, comprobé que tarde o temprano acababa cantándose en los pubs más animados.
Al principio de Grafton street está, para mi gusto, el edificio que tienes que visitar en Dublín, sí o sí, el Trinity College, la universidad más antigua de Irlanda.
Fundada por la reina Isabel I en 1592 , se construyó sobre un antiguo monasterio agustino. Aunque al principio sólo se admitían alumnos protestantes, a partir de 1793 los alumnos católicos pudieron también estudiar aquí. El campus formado por edificios antiguos y modernos ocupa un espacio de 19.ooo metros cuadrados, y no hay hora del día que no esté lleno de gente paseando. Por aquí pasaron Samuel Beckett, Bram Stoker, Oscar Wilde …
Entre los edificios que alberga se encuentra una de las bibliotecas más bonitas que he visto y que no os podéis perder.
La biblioteca del Trinity College contiene la mayor colección de manuscritos y libros impresos de Irlanda. Desde 18o1 recibe un ejemplar de todas las obras publicadas en Irlanda y Gran Bretaña, lo que supone tres millones de libros repartidos en sus ocho edificios. La sala principal del edificio de la Antigua Biblioteca construida entre 1712 y 1732, “Long Room”(habitación larga) tiene 65 metros de largo y contiene más de 2oo.ooo libros antiguos. Es preciosa, decorada con bustos de mármol, expone el arpa más antigua que se conserva en Irlanda, realizada en roble y sauce con cuerdas de bronce.
El Libro de Kell, la joya de la Biblioteca, reproduce un texto en latín de los cuatro evangelios, creado posiblemente por los monjes de Iona a principios del siglo IX. Tras el saqueo vikingo en 8o6, los monjes que sobrevivieron se trasladaron de Iona a kells, cientos de años después, el libro acabó en Dublín y en 1661 paso a manos del Trinity Collage.
A unos minutos de la prestigiosa universidad está Temple Bar, uno de los barrios más antiguos y atractivos de Dublín y mi favorito para salir de pubs y disfrutar de buen ambiente y música.
Es conocido por su gran vida nocturna, sus calles peatonales adoquinadas siempre repletas de turistas y dublineses, sus pubs con música en directo y sus restaurantes. Durante el día acoge diferentes mercados como Book Market (mercado de libros de segunda mano) y Food Market (mercado de comida). En esta zona se han establecido numerosas galerías de arte y tiendas de moda alternativa.
El Temple Bar, es el pub más icónico de Dublín y como consecuencia, el más turístico y el más caro, pero a mí me encantó su tienda, donde pude comprar algún recuerdo de Dublín.
En varias ocasiones estuve en el pub Oliver St Jhon Gogarty, mi preferido. El grupo de música cantando canciones tradicionales y el público siguiéndoles te contagia. Tiene una amplia carta donde los mejillones son el plato estrella, pero de la rústica gastronomía irlandesas mejor no hablar, yo optaría por comer en un italiano o un mexicano. La verdad, es que entres donde entres la diversión está asegurada.
Situada también en pleno centro, O´Connell street es la principal arteria de Dublín. La calle comienza sobre el rio Liffey, en el puente de O´Connell y finaliza en Parnell Street.
Pasear por esta concurrida avenida es muy entretenido y desde ella se accede a dos de las más famosas calles de tiendas, Henry Street y Parnell Street.
En su recorrido encontraréis varios monumentos:
El mas moderno es The Spire (la aguja), una gran aguja que se eleva 12o metros. Fue construido en el 2oo3 en el lugar en el que se encontraba el monumento «Nelson’ Pillar» destruido por el IRA.
La estatua del lider nacionalista Daniel O´Connell (siglo XIX) y el emblemático edificio de Correos, lugar donde se proclamó la República de Irlanda después de la sublevación de 1916.
A lo largo de esta calle encontraréis las paradas de todos los autobuses de Dublín.
Visité dos museos que me encantaron, el Museo Arqueológico Nacional y el Museo de Escritores.
El Museo Arqueológico Nacional, frente a Merrion Square, posee colecciones permanentes que abarcan desde el 3ooo a.C. hasta alrededor de 155o. Las que más me llamaron la atención fueron: la Colección de Oro de Irlanda, que contiene collares, brazaletes, pendientes y otros objetos de oro, pertenecientes a la Edad del Bronce (considerada la mejor de Europa) y la Colección Medieval Celta, que es muy interesante y cuenta mucho de la historia antigua de Irlanda.
El edificio que custodia estas colecciones es de finales del siglo XIX, se sustenta sobre una preciosa estructura de hierro y columnas, que le dan a su interior un original encanto. La entrada es gratuita.
El otro museo, que seguro os gustará, es el Museo de los Escritores, en Parnell Square, es entretenidísimo. Comprobaréis la influencia que tuvieron los grandes escritores irlandeses en la cultura y la política y conoceréis mejor a figuras irlandesas de la literatura universal como Oscar Wilde, James Joice, Bram Stoker, Jonathan Swift…
Por falta de tiempo dejé de visitar Guinness Storehouse o la Natinal Gallery de Irlanda, el Museo de Historia Natural… Tal vez en otra visita.
Paseando por otra céntrica calle, Dame Street, encontraréis el Castillo de Dublín, que fue fortaleza militar, residencia real y Tribunal de Justicia. También cerca, en uno de los bonitos edificios de ladrillo anaranjado típicos de Dublín, descubriréis George Street Arcade, uno de los centros comerciales más antiguo y tradicional de Dublín. Construido en 1892, es de estilo victoriano. Más que por sus puestos y tiendas de souvenirs para turistas, es interesante por su bonita arquitectura.
Por fin, en una bonita mañana soleada de esas que no abundan por aquí, pude hacer una excursión a Howth, un pequeño pueblo costero y tradicionalmente pescador en la bahía de Dublín, a una media hora de camino en tren.
El paseo contemplando las bonitas playas y el mar hasta una pequeña loma donde se podía divisar la bahía, fue precioso.
Llegaba un fin de semana de esos largos que hay en Irlanda. Unos compañeros y yo decidimos alquilar un coche para visitar Galway, los Acantilados de Moher y las Islas Aran. Dicho y hecho, el viernes estábamos en ruta.
La ciudad de Galway, situaba en la costa oeste del Atlántico, condensa lo mejor de Irlanda: tradición y vanguardia, historia, música y un ambiente vibrante. Sus estrechas calles de coloridas fachadas repletas de pubs y tiendas, dan a su centro histórico un aspecto festivo.
La llegada de estudiantes a sus dos universidades, la National University of Ireland, Galway y la GMIT, la han convertido en una ciudad juvenil y dinámica y en una de las que más han crecido dentro de la Unión Europea.
Galway debe su nombre al lecho de piedras del Corrib, rio que la atraviesa, aunque según la mitología celta, el origen del nombre se debe, a que en este rio se ahogó Galvia la hija del rey Breasal.
Fue en un principio un pequeño asentamiento que creció en torno a un fuerte construido por el rey de Connacht en 1124. En 123o fue asediada y capturada por Richard Mor de Burg, uno de los invasores anglonormandos, que amuralló la ciudad para defenderla de los clanes irlandeses y perteneció fiel al trono inglés.
En el siglo XVI, la villa empezaba a perfilarse como un próspero puerto en el que los vinos españoles eran muy apreciados. Unas cuantas familias de la mano de los dirigentes normandos monopolizaron los principales negocios. Los Lynch, una de esas familias, construyó la iglesia de Saint Nicholas, considerada la segunda parroquia medieval más grande de Irlanda.
Data de alrededor de 132o, su nombre completo es San Nicolás de Myra, patrón de los marineros. Cuenta la leyenda que Cristóbal Colón rezó aquí antes de partir hacía el nuevo mundo. Este templo siempre ha tenido un importante papel en la vida de Gaway, durante muchos años fue el lugar donde se elegía al alcalde. A lo largo de los siglos se ha ido alternando como iglesia protestante y católica, hoy día pertenece a la iglesia protestante. Todos los sábados por la mañana se celebra en su exterior un animado mercadillo que vende alimentos, ropa, artesanía…
Galway fue destino habitual de barcos españoles en los siglos XV y XVI.
En el antiguo muelle pude ver El Arco Español, parte de la antigua muralla que protegía la ciudad, justo delante de Spanish Parade, que hace referencia a las fructíferas relaciones entre esta villa y los españoles.
El enfrentamiento de Galway con Inglaterra y el comercio del vino y la pesca del salmón, cuyo monopolio consiguió el rey español Felipe II (previo pago de mil libras) en detrimento de Francia Holanda e Inglaterra, propiciaron una profunda cooperación entre esta ciudad y el reino de España, que dejó su impronta en estas tierras, hoy día, el sentimiento de sus gentes por lo español sigue siendo muy profundo.
Otro acontecimiento vincula a España con Galway, en esta ciudad yacen 3oo marinos y soldados ejecutados por el virrey inglés Willian Fitzwillian, responsable del asesinato de más de 1ooo naúfragos de la Armada Invencible, víctimas de la gran galerna del 21 de septiembre de 1588 que provocó el hundimiento de los barcos españoles en la costa oeste de Irlanda.
Las gentes de Galway conmovidos por la matanza se encargaron de darles digna sepultura. En el muro de entrada del cementerio de Forthill, a un corto paseo del centro de la ciudad, una placa se hace eco de estos hechos.
Se dice que otros españoles encontraron cobijo entre las familias de Galway y que hubo casamientos y descendientes de esas uniones, influyendo este hecho en la fisonomía y carácter de los hombres y mujeres de esta ciudad. Puede que sí, según he comprobado
Junto al Spanish Arch, podéis visitar el Galway City Museum, que alberga exposiciones sobre la historia de la ciudad, su entrada es gratuita.
Desde la última planta las vistas del mar son espectaculares.
Cruzando el Arco Español, desde Gladdagh o Father Griffin se accede a un pequeño paseo con las bonitas vistas de The Long Walk y sus pintorescas y coloridas casas de pescadores frente al mar, imagen icónica de Galway
El Barrio Latino es el lugar con más vida de la ciudad, Shop Street es su calle principal. Tiene algo menos de un kilómetro con diferentes nombres para cada tramo, pero para simplificar los habitantes de la ciudad llaman Shop Street a su totalidad. Esta calle peatonal va desde el antiguo puerto, en la zona de Spanish Arc, hasta Eyre Square y el Jardín John Fizgerald Kennedy. Paseando por ella verás una bonita escultura de Tiiu Kirsipuu, representando dos hombres sentados, el irlandés Oscar Wilde y el estonio Eduard Vilde y multitud de establecimientos volcados en el turismo, ya que aparte de sus atractivos, Galway es punto de partida para visitar otros lugares de interés.
En sus tramos de Quay Street y High Street se encuentran un gran número de pubs donde tomar algo. Para coger fuerzas decidimos entrar en el más típico de Galway, The king’s Head, pedí un fish and chips, de lo poco que me gusta de la gastronomía de este precioso país poco dotado para la cocina, y disfrutamos un rato de su buen ambiente y de su música en directo. The Quays fue otro pub en el que entramos y que os recomiendo para tomar una pinta y ver su original interior, una antigua iglesia reconvertida en pub. También abundan en la calle las tiendas de souvenirs donde comprar jerseys de lana, típicos de Aran Island o el célebre anillo de Claddagh, uno de los símbolos de Irlanda. Este anillo se diseño hace 300 años en la aldea de Claddagh para regalar como símbolo de amistad o de compromiso amoroso.
En el extremo norte de las calles comerciales se encuentra Eyre square con su pequeño parque dedicado a Jhon Fitzgeral Kennedy. El vínculo de la familia Kennedy con Irlanda siempre fue muy fuerte, de hecho el presidente estadounidense visitó y fue mecenas de esta ciudad donde había vivido su bisabuelo. En la plaza ondean las 14 banderolas con los emblemas de las 14 tribus que gobernaron la ciudad en la antigüedad.
En unas pocas horas visitamos y disfrutamos del encanto de Galway.
A primera hora de la tarde continuamos nuestro viaje en dirección a los Acantilados de Moher (Cliffs of Moher), una zona de acantilados sobre la costa del océano Atlántico de aproximadamente ocho km de extensión con alturas que llegan a alcanzar los 214 metros. Un paisaje impresionante, una belleza natural y hábitat de muchas especies de aves.
Se encuentran a 75 km al sur de Galway por una carretera sinuosa, que hace que se tarde aproximadamente hora y media en llegar, aunque tengo que decir que los paisajes eran tan bonitos, que el viaje se me hizo cortísimo. Llegamos hasta el centro de visitantes donde hay una exposición sobre la formación de los acantilados y la fauna que vive en ellos, además de un pequeño bar, aseos y tiendas de souvenirs. En su explanada delantera tiene un amplio aparcamiento. Para ver las diferentes vistas hay unos 75o metros de senderos que puedes recorrer. Las panorámicas del acantilado son un auténtico espectáculo. A pesar que el tiempo empeoraba por momentos, tenía frio y me estaba mojando, me pareció un lugar mágico.
Elegimos para pasar la noche el Hotel Atlantic, en la calle principal de Lisdoonvarna, localidad cercana a los acantilados y al puerto de Doolin, donde al día siguiente cogeríamos un ferry rumbo a Aran Island.
Este vetusto hotel balneario, poco remozado pero correcto, era el mejor ubicado para nuestros propósitos.
De camino a Doolin dejamos atrás los bucólicos paisajes de intensos verdes que definen a estas tierras.
En el puerto hay un amplio aparcamiento donde dejamos el coche y embarcamos rumbo a las islas. Recomiendo a las personas que se marean que tomen algo para evitarlo porque la travesía es movidita.
Las Islas de Aran están situadas en la costa sur de Connemara, al final de bahía de Galway y en ellas se conservan tanto las tradiciones como la lengua irlandesa, el gaélico.
Este archipiélago formado por tres islas: Inis Mor (isla grande en gaélico) es la más occidental, Inis Meain (la de en medio) famosa por sus jerseys de lana con 15o habitantes e Inis Oirr (oriental, en gaélico) la más pequeña, con apenas 3 km cuadrados y 2oo habitantes. Las tres viven de la pesca, la agricultura y el turismo.
Nosotros sólo visitamos Inis Mor, la mayor y más poblada, 85o habitantes y también la más turística. Al llegar al puerto de Kilronan, su principal población, nos ofrecieron las dos opciones para recorrerla, carro de caballos o bici, elegimos esta última, que puedes alquilar por horas. También se puede contratar en el puerto un bús tour por 1o euros, pero preferimos ir a nuestro aire.
Lo más sorprendente de esta isla es el paisaje, sin árboles ni casi arbustos, de colores grisáceos y ocres de roca caliza, salpicado de verde y algunos llamativos tonos de flores silvestres. Sus habitantes, al no existir verdaderos terrenos cultivables, han creado con arena, algas y algo de tierra, huertos miniatura rodeados por muros de piedra que son puro arte. Salimos de este minúsculo puertecito donde la vida se concentra en tres o cuatro pubs de la única calle, y ascendiendo por un camino en bici y andando por un tortuosa vereda, llegamos a las ruinas de las “Siete Iglesias” un complejo de edificios del siglo VIII, dedicado a San Brenán, que fue un importante destino de peregrinación.
Muros, cruces celtas y lápidas rodeadas de maleza y cubiertas de musgo y salitre, neblina, el mar al fondo, un digno escenario de una estampa romántica.
Después de hacer una parada para disfrutar del momento, volvimos al camino y seguimos en bici hasta el impresionante fuerte de Dún Aonghasa, una estructura de piedra de más de 3.ooo años de antigüedad, utilizado durante unos 2.5oo, rodeado de complejos muros defensivos.
Su ubicación al borde de un acantilado es impresionante, un lugar único, que junto a su valor histórico lo hace visita imprescindible.
Exhaustos tras el largo paseo, entramos en un sencillo local que sorprendentemente fue donde mejor comí en todo mi viaje.
Hacía frio, llovía y era hora de coger el ferry de vuelta a Doolin.
En Doolin acabó la aventura, subimos a el coche y emprendimos la vuelta a Dublín.
Volví conociendo un poquito más de la brava y verde Irlanda y con ganas de explorar otros lugares, pero sería en otra ocasión porque el tiempo no daba para más.
Próximamente compartiré con vosotros más experiencias en otras ciudades y otros paisajes de este bonito país.
Recomendaciones:
Para volar a Dublín yo elegí Aer Lingus (compañía aérea irlandesa), lo hice desde Madrid, es las más barata. Iberia express, también tiene buenos precios. La opción Ryanair la dejo para los amantes del riesgo. El aeropuerto de Dublín está relativamente cerca del centro (12 km). Los autobuses tardan unos 25 minutos, la opción más rápida es Aircoach que tiene pocas paradas y cuesta 7 euros. Un taxis saldría por unos 25 euros.
Las comunicaciones en Irlanda no son buenas, de modo que la mejor forma de hacer excursiones es alquilar un coche. Lo podéis alquilar en el aeropuerto o en las muchas agencias de rent a car de Dublín con buenos precios.
El tiempo es endiablado, yo fui en Agosto y aún así, llevé algo de abrigo, un impermeable finito, ya que puede llover en un momento y salir el sol al siguiente.
Irlanda es un país precioso, un destino magnífico para escaparse.