Pasábamos unos días en casa de una amiga en Viena, ocasión inmejorable para hacer una escapada a la bellísima y cercana Budapest.

Partíamos de la Estación Central de la capital austriaca en uno de esos vetustos y románticos trenes con compartimentos de madera, que recorren lentamente  paisajes y ciudades, antaño pertenecientes al Imperio Austro-Húngaro. En apenas tres horas habíamos llegado a la preciosa estación de Budapest Keleti.

Los siguientes tres días íbamos a descubrir los encantos de esta ciudad asentada a orillas del Danubio, de elegantísimos calles y arquitectura deslumbrante, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.


La actual Budapest surgió de la unión de Buda y de Pest en 1873, veinticuatro años después de la inauguración del Puente de las Cadenas, el primero que enlazó las dos ciudades de forma permanente. El esplendor arquitectónico de sus palacios, iglesias y edificios asomados al Danubio, es la herencia de aquellos tiempos en que la capital húngara brillaba como segunda ciudad más importante del imperio Austrohúngaro, entre la última década del siglo XIX y la primera del XX.

La carismática Budapest paso por momentos difíciles a lo largo de su historia. Fue invadida por los tártaros en el siglo XIII, sufrió la ocupación otomana durante siglo y medio y posteriormente el dominio austriaco. Vivió en el siglo XX episodios terribles. La huella de las dos Guerras Mundiales, el Holocausto Judío, La Revolución de 1956, la Invasión Soviética y varias décadas de dictadura comunista, la dejaron maltrecha.

Hoy la capital húngara vuelve a ser una ciudad dinámica con una oferta cultural fantástica, que nos recuerda otros tiempos felices, como lo fueron las primeras décadas del siglo XX, cuando la vida intelectual y galante de Budapest rivalizaba con la de París o Viena.

Visitando Budapest, una imagen queda irremediablemente grabada en la retina; la del río, los puentes monumentales que lo cruzan y la solemne estampa del Parlamento. Además de sus prodigiosas perspectivas, esta ciudad posee rincones inolvidables, que iríamos descubriendo.

Una ciudad efervescente y atractiva en continuo movimiento te espera para seducirte.


Nos alojamos en el D8 HOTEL, en la céntrica Dorottya Utca 8, (utca significa calle) a unos minutos de la calle comercial por excelencia, Vaci Utca, en Pest. El hotel magníficamente ubicado, es moderno y bonito e incluye un desayuno riquísimo en el precio.

E-mail reservation@d8hotel.hu  Tel:36 1 614OO11  hotel@d8hotel.u.

Después de instalarnos en nuestras habitaciones salimos a dar un paseo por Vaci Utca, una calle peatonal, que transcurre paralela al Danubio, entre el Gran Mercado Central y la Plaza Vörösmarty. Es la vía más importante de Budapest, junto con la Avenida Andrássy y forma parte del corazón turístico y comercial de la ciudad.

Vaci Utca comenzó a construirse en el siglo XVIII, algunas de sus mansiones datan de esa época, aunque la mayoría son de los siglos XIX y XX.


 

 

Recorrimos de una punta a otra esta animada calle llena de tiendas, cafeterías y restaurantes. En uno de sus extremos, ubicado en la calle Vámház,  junto al Puente de la Libertad, descubrimos el fantástico Mercado Central.

Este hermoso edificio neogótico se levantó en 1897. En la Segunda Guerra Mundial quedó gravemente dañado. En 1991 se declaró en ruinas y tres años más tarde fue restaurado, convirtiéndose en un lugar de visita imprescindible en Budapest.

Es un espacio lleno de aromas y sabores autóctonos, entre los que destaca la páprika, estrella indiscutible de los estofados húngaros. Su Planta Baja está repleta de puestos de verduras, salchichas, mieles, especias, junto con tiendecitas de recuerdos. En la  planta superior están los bares donde degustar los platos típicos húngaros,(el Goulash, quizás el más popular), acompañados de una cerveza local a precios muy económicos.

Está abierto de lunes a sábados, siendo el sábado el día de más ambiente.

Después de curiosear en su interior, y familiarizándonos con los olores y colores de los productos de estas tierras, volvimos a la calle para continuar nuestro paseo.


En el otro extremo de Vaci Utca se encuentra Vörösmartyter, una de las plazas más bonitas y concurridas de Budapest. Su centro lo ocupa una escultura dedicada al poeta que da nombre a la plaza. Esta rodeada de fantásticos edificios, tiendas de lujo, alguna sedes de Bancos y la Embajada de Reino Unido. También se encuentra en esta plaza la elegante Pastelería Gerbaud, la más famosa de Hungría, inaugurada en 1858. No pudimos resistirnos ante el maravilloso espectáculo de su expositor, repleto de dulces y tartas con una pinta bárbara y mejor sabor.

 


Después de darnos un merecido homenaje en este templo de la repostería, continuamos nuestro paseo en dirección a la basílica de San Esteban, a unos minutos de donde nos encontrábamos.

La Basílica de San Esteban es el edificio religioso más grande de Hungría. Su nombre hace honor al rey húngaro, Esteban I (1975-1O38).

La construcción de la Basílica finalizó en 19O5 después de más de medio siglo de obras.

Es posible subir a la torre derecha del templo, desde donde se divisan unas vistas impresionantes. Se puede ascender tanto en ascensor como por escaleras. El tiket cuesta 5OO florines, aproximadamente un euro y medio. La visita a la basílica es gratuita.

Horarios: De lunes a viernes de 9:OO a 17:OO h. Sábados de 9:OO a 13:OO h Domingos de 13:OO a 17:OO H.

 

El resto del día lo íbamos a pasar en Buda, la parte occidental de Budapest, en la orilla derecha del Danubio.

Salimos de la comercial Pest, en la llanura del margen oriental del rio, camino a la aristocrática Buda, a la que llegamos cruzando el elegante Puente de las   Cadenas.


La construcción del Puente de las Cadenas, que finalizó en 1849, fue impulsada por el aristócrata István Széchenyi, artífice del florecimiento urbanístico de la ciudad de finales del siglo XIX.

Buda abarca un tercio del área de Budapest, se encuentra en una zona escarpada con abundante vegetación y numerosos parques.

Al norte de Buda está ÓBUDA, la heredera de «Aquincum» el primer asentamiento romano, cuyo nombre en húngaro significa “Ciudad Vieja” y que ha dado origen al gentilicio  “aquincenses” que denomina a los nacidos en esta ciudad.

 


Hay tres formas de subir a la zona alta de Buda:

El funicular, desde la Plaza Clark Ádám.

El autobús de la línea 6, que se toma en el Puente de las Cadenas y te deja cerca del Bastión de los Pescadores.

Y andando, por la cuesta que sale a la izquierda del funicular. Nosotras elegimos ésta última opción.


Buda fue la histórica capital húngara. Su terreno lleno de bosques y colinas está dominado por el Castillo (más de siete siglos de antigüedad), conquistado y destruido en numerosas ocasiones.

Conforme íbamos ascendiendo por los jardines de la fortaleza, descubríamos maravillosas perspectivas desde los diferentes miradores que salpican el trayecto. A nuestros pies discurría el Danubio con sus bellos puentes, los  soberbios edificios de Pest, destacando entre ellos el icónico edifico del Parlamento, construido a semejanza del británico entre 1884 y 19O2, en estilo neogótico.

Curioseando por aquí y por allá, pasó el tiempo sin darnos cuenta, por suerte el verano nos regala más horas de luz para disfrutar del día.

Llegamos casi atardeciendo al Bastión de los Pescadores y quedamos extasiados contemplando como se ponía el Sol en semejante lugar.


El Bastión de los Pescadores, en la colina del Castillo de Buda, es un mirador neogótico con siete torres, que representan a las siete tribus magiares. Fue erigido en honor de los pescadores que defendieron el lugar en la Edad Media.

La estatua de bronce de San Esteban I, primer rey de Hungría, preside EL Bastión.


 

Junto al Bastión de los Pescadores está la hermosa Iglesia de Matías, oficialmente, iglesia de Nuestra Señora (santificada en honor a la Virgen María, patrona de Hungría). Fue construida en estilo gótico, entre los siglos XIII y XV, durante el reinado de Béla IV, y ampliamente reformada a finales del siglo XIX.

En ella se encuentran las tumbas de Béla  y su esposa Ana de Antiochia. Ha sido sede de bodas y coronaciones reales. En 1867 fue coronado en esta iglesia, Francisco José I de Austria como rey húngaro y tras la muerte de éste, después de la Primera Guerra Mundial, en 1916, Carlos IV, el último rey de la dinastía de los Habsburgo.

Gracias a su fantástica acústica aquí se celebran conciertos de órgano y música clásica.

WEB: www.matyas-templom.hu


 

 

Buda y en especial el Barrio del Castillo conserva su trazado medieval, con calles estrechas y adoquinadas muy agradables para pasear, aunque muchas de ellas están en pendiente. Reúne buenos ejemplos de la arquitectura Civil húngara del siglo XVIII.

Paseando por la Calle de los Señores (Úri Utca) pudimos admirar la Casa Hölbling, con su bonita fachada neogótica y descubrimos el lugar  donde residió, entre 1935 y 1936, el escritor Thomas Mann, autor de La Montaña Mágica.

De entre los encantadores restaurantes que se encuentran por la zona elegimos Pierrot, en la calle, Fortuna Utca 14.

Cenamos en el hermoso patio de este precioso restaurante, que ocupa un edificio del siglo XIV decorado con mucho estilo. Un excelente pianista amenizaba la velada, el ambiente era encantador. Lo pasamos de maravilla y disfrutamos de los deliciosos platos de la carta: La sopa goulash, el hígado de pato con higos, los raviolis de cordero, además de deliciosos postres como la tarta de chocolate con fruta de la pasión

WEB: www.pierrot.hu  Tel:36 1 3576971


Despertamos al día siguiente con lluvia intermitente, pero esta circunstancia no nos importaba demasiado. Después del buenísimo desayuno del hotel, dedicamos parte de la mañana a recorrer a pie la elegante Avenida Andrássy, deteniéndonos a contemplar sus palacios, librerías, casas señoriales, cafés y tiendas de lujo.

La Avenida Andrássy fue construida en 1872, y declarada Patrimonio de la Humanidad en 2OO2, por el valor arquitectónica de las fachadas de sus casas y palacios neo-renacentistas.

En esta avenida se encuentra uno de los edificios  emblemáticos de la ciudad, la «Ópera», financiada por el emperador Francisco José a finales del siglo XIX. Su historia está repleta de curiosidades; aquí se estrenaron dos operas de Puccini, y tuvo un director de lujo, Gustav Mahler.


En Ersébet Krt, una calle perpendicular a la Avenida Andrássy,  se ubica uno de los cafés más elegantes de Europa, “El Café New York”, que forma parte de la historia y la vida literaria del país.

El edificio fue construido entre los años 1891 y 1895, para albergar la sede de una Compañía Estadounidense de Seguros. Actualmente es un hotel de lujo, que aloja en su planta baja el NEW YORK CAFÉ, un establecimiento imponente de estilo barroco. No pudimos resistirnos a los suculentos aperitivos de este espectacular café, que conserva la relumbrante atmósfera de principios del siglo XX.

Con la música de piano de fondo, nos atrevimos con un “Emperor Coffee”,  un tentempié que incluía de todo. !!buenísimo!!.

WEB: www.newyorkcafe.hu


Nuestra siguiente parada fue en La Gran Sinagoga, una joya de influencia bizantina, ubicaba en el animado Barrio Judío, el antiguo gueto de Budapest. Construida entre 1854 y 1859, está considerada la segunda más grande del mundo sólo superada por la de Jerusalén. En el exterior del edificio se encuentra el cementerio judío.


La última parada antes de llegar al hotel fue en La Plaza Ferenciek.

Flanqueando el acceso a la plaza, se levantan dos bloques de apartamentos edificados a principios del siglo XX, por encargo de la Archiduquesa Clotilde, de quien toman su nombre. Los Palacios Klotild fueron construidos en estilo historicista con elementos decorativos barrocos. El palacio de la derecha está dedicado a viviendas y a un hotel, y el de la izquierda alberga el Casino Lido, un restaurante y un café.

Después de un larguísimo paseo, sólo nos quedaba tiempo para volver al hotel, recoger el traje de baño y subir al taxi, que nos habían pedido previamente en recepción, camino del Balneario Széchenyi.


La tarde la dedicamos a disfrutar de las piscinas termales del balneario  Széchenyi, en el Parque Városliget, en Pest. Lo pasamos estupendamente recorriendo los recovecos de este suntuoso espacio, precioso y encantadoramente decadente, y bañándonos en la multitud de piscinas tanto interiores como exteriores.

Budapest está asentada sobre una extensa red subterránea de grutas y fuentes de aguas termales. La civilización romana ya supo aprovechar este regalo del subsuelo. Muchos siglos después, los invasores otomanos refinaron el disfrute de los baños hasta llevarlos a su máxima expresión.


El Balneario Széchenyi fue construido en 1913 en estilo neobarroco, cuenta con 15 piscinas termales interiores, tres piscinas termales exteriores, saunas, baños turcos y salas de masajes.

Abre todos los días de 9:OO a 22:OO.

Nosotras reservamos las entradas en el hotel el día de nuestra llegada y nos costó unos 19 euros por persona. Hay varias modalidades de entrada dependiendo de los servicios que quieras disfrutar, VIP y ESTÁNDAR.

WEB: www.szechenyifurdo.hu


Cerca del Balneario Szechenyi, se encuentra la imponente Plaza de los Héroes, una de las más importantes de Budapest. Situada en uno de los extremos de la Avenida Andrássy, fue declarada junto con la Avenida, Patrimonio de la Humanidad.

En el centro de la plaza lo ocupa el Monumento al Milenio con las estatuas de los siete líderes Magiares fundadores de Hungría. Esta plaza se construyó para conmemorar los mil años de la fundación del país. Se comenzaron las obras en 1896 y fueron finalizadas en 1929. Está enmarcada por el Museo de Bellas Artes y la Galería Mücsarnok.

Detrás de la plaza está el precioso parque Városliget, lugar de esparcimiento de los aquincenses, donde se encuentra el Balneario Széchenyi y el Castillo de Vajadahunyad, construido para la EXPO de 1896.

Después de una mañana de aquí para allá, una tarde de piscina en piscina, y el paseo para ver la Plaza de lo Héroes, sólo nos quedaban fuerzas para cenar en el hotel y meternos en la cama.


El tercer y último día que pasamos en Budapest amaneció con un Sol espléndido.

La primera visita de la mañana fue a el Castillo de Buda o Palacio Real, ya que aquí fue donde residieron los reyes de Hungría.

Cruzamos de nuevo el río por el Puente de las Cadenas y esta vez utilizamos el funicular para subir al Castillo.


El Palacio Real de Budapest fue construido por Béla IV, rey de Croacia y Hungría desde 1254 hasta 1258. Este majestuoso complejo, que contemplamos en la actualidad, es una fiel reconstrucción hecha tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, llevada a cabo a partir de los planos originales.

En el palacio se encuentran El Museo de Historia de Budapest, La Galería Nacional y la Biblioteca Nacional Szénchenyi.

Finalizada la visita del Castillo, dimos un paseo de apenas media hora hasta el Balneario Gellért.


A un lado del Puente de la Libertad, al pie de la Colina de Buda, se encuentra Hotel Balneario Gellért, famoso por sus piscinas enmarcadas por suntuosas columnas y cubiertas de lujosas vidrieras modernistas.

Entramos a ver el balneario más cinematográfico y conocido de Budapest y nos pareció algo decadente pero con muchísimo encanto.

El Puente de la libertad, uno de los mas hermosos y elegantes de los tendidos sobre el Danubio, nos acercó de nuevo a Pest. Su estructura de acero verde es una perfecta recreación del original de 1896,  destruido por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.


Las últimas horas en Budapest, las pasamos recorriendo relajadamente el Paseo de Pest, a orillas del Danubio.

Entre los bonitos detalles que salpican el trayecto nos llamó la atención  la encantadora escultura de bronce de la “Princesita de Budapest” sentada sobre la barandilla de las vías del tren.

Muy cerca del Parlamento, descubrimos el Monumento de los Zapatos, una obra del escultor Gyula Pauer, que recuerda la barbarie vivida en la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Entre diciembre de 1945 y finales de enero de 1946, la Cruz Flechada fusiló a miles de judíos del gueto y los arrojo al rio. Por suerte, esos días oscuros de la “Perla del Danubio” quedaron atrás.

Llegaba la hora de recoger los bártulos y coger el tren de vuelta a Viena.

Desde el hotel, un taxi nos llevó a la estación, desde donde nos despedimos de Budapest hasta una próxima ocasión.


Dejábamos la ciudad con imágenes bellísimas grabadas en nuestras retinas y momentos gratos e inolvidables.

Budapest es un imprescindible en la agenda del viajero.

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Escrito por Carmen Naranjo

Me llamo Carmen, soy historiadora del Arte, curiosa y viajera, y os quiero hacer partícipes de mis aventuras cotidianas en busca de momentos felices y lugares bellos.

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